Durante muchos años creí que los "Milagros de Navidad" eran sólo material literario, que en estos tiempos modernos también se usan para crear proyectos de cine y televisión, eso y nada más.
Pues bien, hace una semana viví lo que pensé que sólo podría ocurrir en un cuento. Uno de esos que solía leer cuando era niño.
Si conocen mi historia saben que cuando era un niño pequeño, de tal vez dos o tres años, mi padre me separó de mi madre y con eso desintegró la pequeña familia que habíamos formado hasta ese día.
No, no es mi intención venirles a entristecer la velada con un relato de los días grises que viví a partir de ese acontecimiento, pero sí debo decirles que gracias a que los viví, es que hoy soy capaz de disfrutar con toda plenitud, las recompensas maravillosas que el cielo me ha dado por cada lágrima amarga que en su momento derramé.
Hace más de veinte años que la vida me dio la oportunidad de reencontrarme con mi madre y aunque nuestra vida no ha sido un "y fueron felices para siempre", nuestra relación es extraordinariamente buena y me siento muy afortunado de tener a mi lado a una mujer tan extraordinaria y bondadosa como lo es Eleanor Baker.
Hace tres años, emprendí una aventura de unos meses en Londres con la intención de entablar una verdadera relación padre-hijo con Richard Grandchester, y aunque no fue fácil y requirió mucho tiempo, esfuerzo y dejar de lado el orgullo que nos corre por las venas, hoy puedo decir que también tengo una relación con el viejo Duque de Grandchester.
Es curioso pero a veces para que la vida te de, tiene que quitarte algo. A mí particularmente no me quitó nada, pero cuando el abuelo Baker murió, yo recibí una abuela. Así es, la abuela Baker entró en mi vida (o yo en la suya) el día en que para su tristeza, perdió a su esposo. Esta es una historia que no tiene caso recordar en un momento como este, pero confirma que el cielo no es permanentemente gris o sombrío y que por cada tragedia que nos golpea, cabe la posibilidad de que te de una alegría.
En medio de todo esto están las cosas que nunca imaginas ni sueñas que pasarán porque simple y sencillamente son IMPOSIBLES (con mayúsculas).
Hace algo así como un año y medio, vino a mí una mujer que nunca, ni en mis más locos sueños, pensé que vendría a buscarme y menos a suplicar mi ayuda.
Antes de que alguien colapse imaginando quién pudo ser esa mujer, develaré el misterio esperando no causar una desilusión mayor con esta revelación.
La mujer en cuestión se llama Lilith Hainsworth y no es otra que la hija mayor del matrimonio de Richard y Judith Grandchester. Sí, Lilith es mi media hermana (aunque hoy prefiero decir que es mi hermana).
Lilith llegó a este país cargando un equipaje cargado de dolores y muchos problemas, pero con la firme intención de luchar por el bienestar de sus 4 pequeños hijos.
Hoy no voy a contarles cómo fue que la relación entre nosotros se dio porque es una larga historia, pero sí les diré que la presencia de Lilith, Patrick, Melissa, Rick y Cheryl (mis cuatro sobrinos) ha transformado mi vida y le ha dado una dimensión que jamás pensé que tendría.
¿Dónde está mi "Milagro de Navidad"? Bueno, está en el hecho de que hoy, por primera vez en mi vida, vi reunidos mundos tan opuestos que siempre estuve seguro que jamás se tocarían.
Puede que mi vida haya estado llena de matices grises y nubes negras, pero también ha tenido cosas extraordinarias y no puedo más que estar agradecido por haber vivido lo suficiente como para llegar a disfrutar de la unión de una familia tan peculiar como la mía. Sí, los Baker y los Grandchester se han sentado en la misma mesa, y han hecho a un lado los rencores, olvidado las ofensas, han tendido la mano para ayudar a sanar heridas y lo más importante de todo, han decidido regalar el cariño que durante mucho tiempo se negaron a dar.
¿No es acaso este un verdadero "Milagro de Navidad"?
Terruce G. Grandchester
Diciembre de 2009.
Pues bien, hace una semana viví lo que pensé que sólo podría ocurrir en un cuento. Uno de esos que solía leer cuando era niño.
Si conocen mi historia saben que cuando era un niño pequeño, de tal vez dos o tres años, mi padre me separó de mi madre y con eso desintegró la pequeña familia que habíamos formado hasta ese día.
No, no es mi intención venirles a entristecer la velada con un relato de los días grises que viví a partir de ese acontecimiento, pero sí debo decirles que gracias a que los viví, es que hoy soy capaz de disfrutar con toda plenitud, las recompensas maravillosas que el cielo me ha dado por cada lágrima amarga que en su momento derramé.
Hace más de veinte años que la vida me dio la oportunidad de reencontrarme con mi madre y aunque nuestra vida no ha sido un "y fueron felices para siempre", nuestra relación es extraordinariamente buena y me siento muy afortunado de tener a mi lado a una mujer tan extraordinaria y bondadosa como lo es Eleanor Baker.
Hace tres años, emprendí una aventura de unos meses en Londres con la intención de entablar una verdadera relación padre-hijo con Richard Grandchester, y aunque no fue fácil y requirió mucho tiempo, esfuerzo y dejar de lado el orgullo que nos corre por las venas, hoy puedo decir que también tengo una relación con el viejo Duque de Grandchester.
Es curioso pero a veces para que la vida te de, tiene que quitarte algo. A mí particularmente no me quitó nada, pero cuando el abuelo Baker murió, yo recibí una abuela. Así es, la abuela Baker entró en mi vida (o yo en la suya) el día en que para su tristeza, perdió a su esposo. Esta es una historia que no tiene caso recordar en un momento como este, pero confirma que el cielo no es permanentemente gris o sombrío y que por cada tragedia que nos golpea, cabe la posibilidad de que te de una alegría.
En medio de todo esto están las cosas que nunca imaginas ni sueñas que pasarán porque simple y sencillamente son IMPOSIBLES (con mayúsculas).
Hace algo así como un año y medio, vino a mí una mujer que nunca, ni en mis más locos sueños, pensé que vendría a buscarme y menos a suplicar mi ayuda.
Antes de que alguien colapse imaginando quién pudo ser esa mujer, develaré el misterio esperando no causar una desilusión mayor con esta revelación.
La mujer en cuestión se llama Lilith Hainsworth y no es otra que la hija mayor del matrimonio de Richard y Judith Grandchester. Sí, Lilith es mi media hermana (aunque hoy prefiero decir que es mi hermana).
Lilith llegó a este país cargando un equipaje cargado de dolores y muchos problemas, pero con la firme intención de luchar por el bienestar de sus 4 pequeños hijos.
Hoy no voy a contarles cómo fue que la relación entre nosotros se dio porque es una larga historia, pero sí les diré que la presencia de Lilith, Patrick, Melissa, Rick y Cheryl (mis cuatro sobrinos) ha transformado mi vida y le ha dado una dimensión que jamás pensé que tendría.
¿Dónde está mi "Milagro de Navidad"? Bueno, está en el hecho de que hoy, por primera vez en mi vida, vi reunidos mundos tan opuestos que siempre estuve seguro que jamás se tocarían.
Puede que mi vida haya estado llena de matices grises y nubes negras, pero también ha tenido cosas extraordinarias y no puedo más que estar agradecido por haber vivido lo suficiente como para llegar a disfrutar de la unión de una familia tan peculiar como la mía. Sí, los Baker y los Grandchester se han sentado en la misma mesa, y han hecho a un lado los rencores, olvidado las ofensas, han tendido la mano para ayudar a sanar heridas y lo más importante de todo, han decidido regalar el cariño que durante mucho tiempo se negaron a dar.
¿No es acaso este un verdadero "Milagro de Navidad"?
Terruce G. Grandchester
Diciembre de 2009.