TERRY EN EL LAGO
By Gisela, sirena pintora de Ilusiones y Fantasías
By Gisela, sirena pintora de Ilusiones y Fantasías
Es una mañana calurosa y el lago luce espectacular, los rayos del sol devuelven destellos de fantasía. Al parecer nada importante o relevante sucederá hoy aquí.
De pronto, escucho ruido de chapoteo y no puedo creer lo que veo. El hombre más hermoso que yo haya visto está justo enfrente, nadando cual ágil tritón. Al emerger, sus largos cabellos castaños se adhieren a la piel de su cuello y espalda y puedo observar un rostro de increíble belleza varonil. El color de sus ojos provoca la envidia del mismísimo lago, éste no tiene vetas azul oscuro ni esa profundidad al mirar.
Por un largo rato lo observo nadar, despreocupado y sin saber que tiene una admiradora. Los músculos perfectos realizan movimientos vigorosos y de pronto deseo que me tome entre sus brazos.
Como una visión extraterrenal, él sale del agua y las gotas de agua que resbalan por su hermoso y flexible cuerpo proyectan los colores del arcoiris al contacto con el sol de la tarde. Sobra decir que yo no puedo ni siquiera moverme.
Se viste sin prisas. El pantalón color caqui, la camisa blanca inmaculada y las botas lustrosas me indican que debió haber salido a cabalgar un rato, además de que un relincho de algún brioso corcel se escucha cerca.
Se tumba de espaldas junto a mí y comienza a leer un libro que no vi de dónde sacó. Parece que no me ha visto, y afortunada soy porque yo sí puedo admirarlo de cerca:
El perfil griego, la nariz aristócrata, los labios medianos, absolutamente mordisqueables y besables. Su frente despejada y que denota una clara inteligencia. Y sin embargo, son sus ojos lo que me hace detenerme un poco más en mi contemplación. Azul oscuro, insondables, luminosos… ¿Cómo puedo describir tanta belleza sin igual?
Parece que el libro le agrada sobremanera, porque lee en voz alta e incluso hace ademanes con sus manos largas y finas, de artista. Gesticula dándole carácter a su lectura.
De pronto, se ha quedado con el libro sobre su pecho y ha cerrado los ojos. Ahora es cuando voltea y se da cuenta de mi presencia. Puedo ver sus ojos con más detenimiento. Son hermosos y me pierdo en ellos. Tanto, que no me doy cuenta cuando sus labios se posan sobre mí, delicados.
Tiemblo, y se que moriré de placer. Pero no me importa, me ha colocado entre las hojas de su libro favorito y con gusto, me marchitaré ahí, pero siempre a su lado.
Después de todo, qué más puede hacer una florecilla silvestre enamorada.
