Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Eliza y Tom, escondidos detrás de las rocas, observaron cómo la tía abuela, Sarah y el señor García se alejaban murmurando por lo bajo, habían dejado la ropa en la barca, afortundamente, y ninguno de ellos miraba hacia atrás mientras se alejaban.
-Parece que se van -dijo Tom, incorporándose un poco-. Podremos volver a la barca...
-Bueno, ahora que se han ido, tampoco hay prisa.
Tom miró a la chica pelirroja que habia dejado de agarrarle y ahora acariciaba su torso desnudo, si, desde luego, ya no tenían prisa....
-¿Seguro que es por aquí, señor?
-¿Ya está cansado, George? Hay que hacer más ejercicio. ¿Cuánto hacía que no salíamos de la ciudad? Observe este aire puro, el sol brillando sobre las aguas, los peces saltando...
-No hace ni una semana que volvió de su viaje a Africa, señor Andrew.
-¡Una semana ya! ¡Demasiado tiempo encerrado en esa oficina!
Albert dio un salto y se plantó en medio de la playa, observando el mar. George fue más prudente hasta acercarse a su patrón.
-Este no parece el lugar para una fiesta -dijo George-. No hay barbacoas, ni música.
-Habremos llegado temprano, George, fijate, hay pisadas en la arena, se ve que alguien ha estado aquí no hace mucho.
-Quizás todavía pueda llamar a su sobrino y preguntarle exactamente cual es el lugar...
-Entonces no le daríamos la sorpresa, George. ¡Fijate!
Albert se acercó y miró un cartel que había allí.
-¡Esta playa es nudista!
-Entonces no puede ser aquí, señor Andrew.
-Neal no sería capaz... ¿o sí? -Albert miró a George, que se encogió de hombros.
-Hablaba siempre de chicas en bikini, no sin el bikini.
-Eso es cierto, George, hemos debido equivocarnos de sitio.
-¿Nos vamos?
Albert miró de nuevo las azules aguas del mar.
-Bueno... podríamos aprovechar y darnos un baño. Ya que estamos aquí -sugirió, y empezó a desnudarse ante la mirada confusa de George.
-Allí hay una barca, señor, puede que haya alguien.
-¡No se preocupe, George! ¡Ahora vuelvo!
Albert corrió hacia la playa, hundiendose de cabeza en el agua.
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Eliza y Tom, escondidos detrás de las rocas, observaron cómo la tía abuela, Sarah y el señor García se alejaban murmurando por lo bajo, habían dejado la ropa en la barca, afortundamente, y ninguno de ellos miraba hacia atrás mientras se alejaban.
-Parece que se van -dijo Tom, incorporándose un poco-. Podremos volver a la barca...
-Bueno, ahora que se han ido, tampoco hay prisa.
Tom miró a la chica pelirroja que habia dejado de agarrarle y ahora acariciaba su torso desnudo, si, desde luego, ya no tenían prisa....
-¿Seguro que es por aquí, señor?
-¿Ya está cansado, George? Hay que hacer más ejercicio. ¿Cuánto hacía que no salíamos de la ciudad? Observe este aire puro, el sol brillando sobre las aguas, los peces saltando...
-No hace ni una semana que volvió de su viaje a Africa, señor Andrew.
-¡Una semana ya! ¡Demasiado tiempo encerrado en esa oficina!
Albert dio un salto y se plantó en medio de la playa, observando el mar. George fue más prudente hasta acercarse a su patrón.
-Este no parece el lugar para una fiesta -dijo George-. No hay barbacoas, ni música.
-Habremos llegado temprano, George, fijate, hay pisadas en la arena, se ve que alguien ha estado aquí no hace mucho.
-Quizás todavía pueda llamar a su sobrino y preguntarle exactamente cual es el lugar...
-Entonces no le daríamos la sorpresa, George. ¡Fijate!
Albert se acercó y miró un cartel que había allí.
-¡Esta playa es nudista!
-Entonces no puede ser aquí, señor Andrew.
-Neal no sería capaz... ¿o sí? -Albert miró a George, que se encogió de hombros.
-Hablaba siempre de chicas en bikini, no sin el bikini.
-Eso es cierto, George, hemos debido equivocarnos de sitio.
-¿Nos vamos?
Albert miró de nuevo las azules aguas del mar.
-Bueno... podríamos aprovechar y darnos un baño. Ya que estamos aquí -sugirió, y empezó a desnudarse ante la mirada confusa de George.
-Allí hay una barca, señor, puede que haya alguien.
-¡No se preocupe, George! ¡Ahora vuelvo!
Albert corrió hacia la playa, hundiendose de cabeza en el agua.