Escenarios del Alma
Por Anjou
Sirena Guardiana de los Augurios Propicios
I
Nadie pensaría que en este vecindario podría encontrarse la consulta del loquero. La sola idea de ir con uno se me hace un tanto absurda, pero si continúo con este tren de vida, no creo llegar muy lejos.
Llueve a cántaros y las calles se ven desiertas, más grises que de costumbre y el frío cala hasta los huesos. Es en ocasiones como ésta, que me arrepiento de venir a Londres.
Escucho los cascos de los caballos mientras veo a través del cristal y mi respiración en la ventana dibuja figuras indefinidas que me impiden ver a ciencia cierta las calles por las que transitamos.
Espero llegar pronto, antes de arrepentirme. El carruaje se detiene. El cochero golpea el techo y me dice con su voz un tanto huraña que hemos llegado.
Dejo escapar un suspiro involuntario... uno de tantos que últimamente se han convertido en costumbre. Y mientras bajo del coche y piso la acera mojada, mi mente viaja hacia Nueva York... y Susana. Es en ocasiones como ésta, que doy gracias a Dios de que el mundo sea tan amplio. Pensar en Susana es pensar en una botella de whiskey para evadir al destino.
Empiezo a subir las gradas que llevan a una elegante pero austera puerta de color negro. El vecindario no está nada mal. Espero que además de ser loquero no sea vampiro. Me estoy volviendo neurótico.
Tomo la mano de bronce que se utiliza para avisar que se está a la espera de entrar y doy tres golpes en la puerta. Supongo que serán suficientes. A lo mejor el loquero podría estar en sus oscuras habitaciones practicando la magia negra y es mejor dejar claro que estoy de pie, en la puerta, bajo la lluvia.
La puerta se abre y un individuo alto y espigado, con el cabello gris, me observa inquisitivamente.
-¿Señor Granchester?
Asiento dando una pequeña cabezada.
-Por favor.
Y extiende su mano indicándome que puedo entrar en su oscuro pozo de secretos... Tengo que hacer un esfuerzo para no reírme y bajo la cabeza para admirar el piso blanco y negro del hall de entrada.
Contrario a mis sospechas más negras, la casa está bien iluminada y decorada con buen gusto. Las paredes cubiertas con papel tapiz en colores crema y la alfombra sobre la que camino, mullida. Sigo al loquero en silencio. Será mejor que deje de llamarlo de esa forma porque eso implica que yo estaría fuera de mis cabales y creo que más que nada lo que necesito, simplemente, es alguien con quien hablar.
No puedo confiar en nadie en Nueva York. Si se supiera que voy a una consulta con un psiquiatra, estallaría el escándalo y no quiero más problemas de los que ya tengo con Susana. Cada día que pasa la soporto menos, pero no veo la forma honorable de hacerla a un lado... más de lo que lo he intentado.
El doctor abre una puerta de madera oscura y supongo que entramos a su consultorio. ¡Qué lugar tan agradable! No hemos cruzado palabra, pero el doctor va a sentarse detrás de un amplio escritorio de madera de caoba y me indica que me siente en uno de los sillones que tiene frente a su escritorio. Me siento con cautela, percibiendo la suavidad del sillón y relajándome un poco. El doctor me examina con ojos escrutadores, detrás de sus delgadas gafas de aros de color plateado.
-Señor Granchester, es un placer conocerlo -me dice sin ningún giro de adulación en su voz -espero que la lluvia no haya mermado su ánimo; parece tener cierto efecto un tanto negativo en muchas personas.
Lo observo y entrecierro un poco los ojos. Si no lo hago, podría dejar escapar la extrañeza que me despierta su comentario.
-Es una lluvia como cualquier otra -respondo.
-Tiene razón, señor -dice sin mostrar ninguna señal de incomodidad ante mi tono de voz casi despectivo; -sería tan amable de indicarme el motivo de su visita.
No me está interrogando pero aún así, me encuentro ante un dilema. ¿Contestar con la verdad o interpretar algún rol de los tantos que han visto mis escenarios?
-Creo que necesito hablar con alguien -contesto con un tanto de embarazo. Mi vida ha ido en picada desde hace algún tiempo y creo que necesito ayuda... de alguna clase...
-Entonces ha acudido a la persona adecuada. Quisiera que entendiera que la naturaleza de mi consulta es muy poco ortodoxa, señor Granchester…
-Por favor, llámeme Terry.
-Muy bien, Terry. Me especializo en un área que si no muy pocos, yo diría que ninguno de mis colegas, llamaría científica: practico las regresiones al pasado.
-¿Querría ser más específico?
-Con gusto. He descubierto, a través de algunos pacientes, que muchos de sus problemas presentes, se vienen, podríamos decir, arrastrando, desde vidas pasadas.
-¿Está sugiriendo usted que existe la reencarnación?
-No, Terry, no lo sugiero, lo afirmo enfáticamente.
Lo veo asombrado.
-Entiendo su asombro, pero si me lo permite y luego de conversar sobre los aspectos de su vida de los cuales se siente insatisfecho, usted podrá tomar la decisión de intentar una regresión o simplemente optar por el tratamiento tradicional. ¿Querría ponerme al tanto de los problemas que se encuentra enfrentando en la actualidad?
¿Por dónde iniciar? ¿Mi insatisfactoria vida con Susana? ¿Mi lejana y conflictiva relación con mi padre? ¿Mis problemas pasados con el alcohol? ¿Candy? Empiezo a hablar atropelladamente. Han sido años sin hablar con nadie sobre todo esto y ya estoy aquí. Debo sonar desesperado pero no me importa. Creo que es ahora o nunca y si quiero recuperar algo de mi vida, será mejor que empiece de una vez. Luego de media hora de ponerlo al tanto de mi vida, guardo silencio.
-Entiendo, Terry. Creo que usted es el candidato perfecto para la terapia de regresión.
-Me gustaría que me explicara detalladamente a qué se refiere, doctor.
El hombre se pone en pie y se acerca a la ventana, explicándome que me inducirá a un estado hipnótico profundo y retrocederemos, poco a poco, hasta los primeros años de mi vida. Si esto tiene éxito, iremos más atrás. Me dice que "más atrás" implica a los meses donde me encontraba en el vientre de mi madre y si estoy preparado, a desvelar alguna de mis vidas pasadas.
-Tiene todo el tiempo del mundo para pensarlo, Terry. No debemos tomar una decisión apresurada si usted no se siente preparado.
-Tomaré el riesgo.
El doctor sonríe y me indica que puedo reclinarme en un diván de color crema que invita más a una siesta que a una terapia. Él toma asiento en un sillón que tampoco se caracteriza por su austeridad. Definitivamente la comodidad es un valor altamente apreciado por el médico.
-Le explicaré lo que haremos, Terry. Es sencillo: usted se reclinará en el diván e intentará relajarse. Recuerde que está a salvo. Nada puede lastimarlo durante esta sesión. ¿Está listo?
-Tan listo como pueda estarlo.
-Bien, "cierre sus ojos y empiece a relajarse. Respire profundamente y exhale lentamente. Concéntrese en su respiración. Con cada inspiración, se irá sintiendo más relajado. Imagine una luz blanca y brillante sobre usted. Concéntrese en esa luz mientras recorre su cuerpo. Permítase a usted mismo flotar mientras alcanza un estado mental profundamente relajado. Ahora, mientras cuento hacia atrás de diez a uno, se sentirá en calma y tranquilidad. Diez. Nueve. Ocho. Siete. Seis. Entrará a un lugar seguro donde nada puede lastimarlo. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Si en algún momento necesita volver, todo lo que debe hacer es abrir sus ojos. Uno.
Conoce los diferentes escenarios del alma de Terry:
I
Grecia antigua Siglo IV AC
Ii
Roma 25 AC
III
nUEVA ESPAÑA 1660
IV
ANTIGUO EGIPTO 1200 AC
V
INGLATERRA 1500
VI
sajonia 1813
Vii
Oceano atlantico 1090
Viii
Inglaterra 1215
Ix
Las conclusiones
Atlántida de Terry
GF
2010
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